
Hola, ya mucho que no los veo, a los que están y no están. Reciban fortísimos abrazos desde el más acá.
Saludos de toda coraza...
... aqui es, ya llegaron...
La educación en los países exitosos y dinámicos es radicalmente diferente: ayuda a desarrollar las facultades críticas de la mente, indispensables para avanzar en el mundo y en la vida. Enseñan cómo ponerse a pensar, produciendo personas propensas a innovar, crear, tomar riesgos, resolver problemas; en México se enseña cómo tomar pruebas, lo que produce personas que sólo saben seguir instrucciones.
En otros países a los estudiantes se les permite ser audaces, cuestionar a la autoridad, caerse y volverse a levantar. Ese es el tipo de educación que genera científicos y Premios Nobel, y emprendedores y ciudadanos participativos. Ese es el tipo de cultura que no entrena a los niños a tomar exámenes sino a desarrollar sus talentos.
Talentos necesarios como la creatividad, la curiosidad, el sentido de aventura, la ambición.
Una cultura de aprendizaje que reta la sabiduría convencional e incluso a la autoridad intocable que la propaga.
Una cultura de aprendizaje en la cual los alumnos aprenden a vivir con la boca abierta, con la mano alzada, preguntando, procesando, debatiendo con los maestros, y no nada más copiando lo que escriben en el pizarrón.
Un modelo educativo que premia el ingenio, la irreverencia, la capacidad para resolver problemas y no solo lamentarse frente a ellos.
Una verdadera revolución tanto en los contenidos como en los métodos que a México tanta falta le hace, y que no es prioridad en reforma tras reforma.
Para así, poco a poco, transformar un país donde segín lo revela la Encuesta Nacional sobre la Discriminación:
Y precisamente por ello la educación en México tiene que abocarse a más que mejorar las evaluaciones de matemáticas y español. Debe tener miras más altas que ascender en las evaluaciones PISA.
Tiene que centrarse en el tipo de país que queremos ser y el tipo de mexicanos que queremos educar.
Un México capaz de triunfar gracias al vigor de su sociedad.
Un México abierto al mundo; a ideas e inventos, a bienes y servicios, a personas y culturas.
Un México capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias globales y reaccionar con rapidez ante los retos que entrañan.
Un México capaz de crear los hábitos mentales que promueven la participación en vez de la apatía, la crítica en lugar de la claudicación, el optimismo de la voluntad por encima del pesimismo de la fracasomanía.
Un país de personas que piensan por sí mismas y no necesitan políticos, líderes sindicales, maestros o intelectuales que les digan cómo hacerlo.
(D. Dresser. Proceso 1647, pag 52-53, 25 de mayo del 2008)