- Una verdadera revolución educativa basada menos en la capacitación de los maestros y más en los valores, actitudes y comportamientos que enseñan.
- ¿Hasta cuándo permitiremos la persistencia del modelo mexicano que no les enseña a los niños cómo pesnar?
- Las escuelas mexicanas obligan a sus alumnos a memorizar pero no a reflexionar.
- Enfatizan datos y nombres de la historia nacional pero no el contexto para ponerlos en perspectiva.
- Centran su energía en cómo elevar la calificación para la prueba ENLACE, y no le prestan suficiente atención al objetivo final de la educación.
- Los métodos pedagógicos mexicanos acaban por aplastar el entusiasmo por el aprendizaje en vez de fomentarlo.
- En este momento están millones de niños mexicanos, memorizando cantidades vastas de información inútil -la fecha de nacimiento de Vicente Guerrero, la fecha de fallecimiento de Benito Juárez- la cual regurgitan para cdada examen y después olvidan.
- Allí están millones de niños mexicanos, aprendiendo todo sobre los héroes que nos dieron la patria, a los cuales no se les está educando para que sepan cómo ser ciudadanos activos en ella.
- Haciendo planas.
- Copiando párrafos.
- Memorizando fechas.
- Acumulando la ignorancia en forma de datos inertes.
La educación en los países exitosos y dinámicos es radicalmente diferente: ayuda a desarrollar las facultades críticas de la mente, indispensables para avanzar en el mundo y en la vida. Enseñan cómo ponerse a pensar, produciendo personas propensas a innovar, crear, tomar riesgos, resolver problemas; en México se enseña cómo tomar pruebas, lo que produce personas que sólo saben seguir instrucciones.
En otros países a los estudiantes se les permite ser audaces, cuestionar a la autoridad, caerse y volverse a levantar. Ese es el tipo de educación que genera científicos y Premios Nobel, y emprendedores y ciudadanos participativos. Ese es el tipo de cultura que no entrena a los niños a tomar exámenes sino a desarrollar sus talentos.
Talentos necesarios como la creatividad, la curiosidad, el sentido de aventura, la ambición.
Una cultura de aprendizaje que reta la sabiduría convencional e incluso a la autoridad intocable que la propaga.
Una cultura de aprendizaje en la cual los alumnos aprenden a vivir con la boca abierta, con la mano alzada, preguntando, procesando, debatiendo con los maestros, y no nada más copiando lo que escriben en el pizarrón.
Un modelo educativo que premia el ingenio, la irreverencia, la capacidad para resolver problemas y no solo lamentarse frente a ellos.
Una verdadera revolución tanto en los contenidos como en los métodos que a México tanta falta le hace, y que no es prioridad en reforma tras reforma.
Para así, poco a poco, transformar un país donde segín lo revela la Encuesta Nacional sobre la Discriminación:
- 48.4% de la población no permitiría que en su casa vivieran homosexuales
- 42.1% no permitiría que vivieran extranjeros
- 38.3% rechaza a las personas con ideas diferentes a las suyas
- Donde muchos mexicanos temen a los "otros" por su raza o su color de piel
Y precisamente por ello la educación en México tiene que abocarse a más que mejorar las evaluaciones de matemáticas y español. Debe tener miras más altas que ascender en las evaluaciones PISA.
Tiene que centrarse en el tipo de país que queremos ser y el tipo de mexicanos que queremos educar.
Un México capaz de triunfar gracias al vigor de su sociedad.
Un México abierto al mundo; a ideas e inventos, a bienes y servicios, a personas y culturas.
Un México capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias globales y reaccionar con rapidez ante los retos que entrañan.
Un México capaz de crear los hábitos mentales que promueven la participación en vez de la apatía, la crítica en lugar de la claudicación, el optimismo de la voluntad por encima del pesimismo de la fracasomanía.
Un país de personas que piensan por sí mismas y no necesitan políticos, líderes sindicales, maestros o intelectuales que les digan cómo hacerlo.
(D. Dresser. Proceso 1647, pag 52-53, 25 de mayo del 2008)
No hay comentarios:
Publicar un comentario